Errantes/Gone Astray

¿Qué has hecho de mis pies?
¿Qué has hecho de esta bestia universal
De este animal errante?
Vicente Huidobro (Altazor, Canto I)

What have you done to my feet?
What have you done to this universal beast
This animal gone astray?
Vicente Huidobro (Altazor, Canto I)

It takes a ship eight to ten hours to cross the Panama Canal. The way through the canal is not smooth as most think. On their travel, from the Caribbean to enter the Pacific, ships are lifted and lowered by a system of locks. The reason for this operation is that there is a difference of 170 feet of height between the two oceans. The canal is about 15 miles long.

To cross from Mexico to the US one would hardly notice the difference were it not for the fence and protocol in place at the various crossing points. There are no locks, no level differences, yet the traveller breathes the differences… it feels like time travel… or leaving earth…


Toma de ocho a diez horas a una embarcación cruzar el canal de Panamá. El cruce del canal no es terso como muchos piensan. En el viaje, del Caribe al Pacífico, las naves son elevadas o descendidas mediante un sistema de esclusas. La razón de esta operación es que hay una diferencia de 170 pies de altura (51.81 metros) entre los dos océanos. El canal tiene 15 millas (24.14 kilómetros).

Para cruzar de México a Estados Unidos uno casi no nota la diferencia salvo por la barda/muro o por el protocolo con que se conducen las distintas garitas que regulan el cruce. No hay esclusas o niveles, pero el viajero respira las diferencias. Se diría despegar en el tiempo… o dejar la tierra…




Photo and text © María Dolores Bolívar 

Incertidumbre de estatua/The Uncertainty of Statues


Hallar en el espejo la estatua asesinada,
sacarla de la sangre de su sombra,
vestirla en un cerrar de ojos,
acariciarla como a una hermana imprevista
y jugar con las flechas de sus dedos
y contar a su oreja cien veces cien cien veces
hasta oírla decir: «estoy muerta de sueño». 
Xavier Villaurrutia
Nocturno de la Estatua

Abelardo L. Rodríguez was governor of the state of Baja California in 1923, and its Military Commander in 1929. Consequently, and due to the fact that he was from Guaymas, and president of Mexico in 1932 and governor of Sonora in 1934, in both states, Sonora and Baja California there is a large number of buildings and public places bearing his name. Only in Baja California there is an airport and a boulevard Abelardo L. Rodríguez; a city called El Sauzal de Rodríguez (Rodriguez’ Willow Grove); and an excessively long list of high, middle and elementary schools and daycares, followed by ejidos, residential areas, parks, theaters, and even an Oxxo, in Ensenada, that locals refer to as Oxxo de Rodríguez (Rodríguez’ Oxxo). Soon the honors paid to this general will be a century old, and that will bring about a new set of plazas, monuments, signs and statues named after him.

I stood next to this bronze statue, camera in hand, and started conversation with an older man about to doze off at the bus stop. I wanted to tease him so I asked him if the statue was of Benito Juarez (Mexico’s Lincoln). No, he responded seemingly offended. Juarez is elsewhere, by the oceanfront; the man, here is Abelardo L. Rodriguez. As he mentioned Rodríguez, I thought I saw him bring out his chest and stand up straight, while pointing with familiarity and somewhat solemnly. And right at that moment, a pigeon came down on his metallic hair. Nonchalant and irreverent the pigeon stood there, for a few shots, jumping lightly from one side of the statue´s wide head to the other. The impassible general endured the brightness of the sun as he fixed his gaze on the far away ocean. As I was almost touched and about to feel pity for the revolutionary, wholeheartedly, when the man hesitated, offering a couple of names to go back on his initial certainty of who the statue represented.

We often get mixed up as to the person a statue stands for. And heroes are not all the same in our memory. We forget their origin and actions, and we even question if they should remain in our public spaces.

One reflection led to another… Statues are often commissioned to local artists who have their patterns and style… like tailors who work on a one-fits-all kind of model they force on their customers, regardless of their build. And we notice that sculptures depicting the human body often vary slightly, on the hair do, the length of the jacket, or the width of the lapel.

This picture left me with the certainty of how much disservice is paid to the actual person honored by a statue. Poor Abelardo –or Lazaro, or Pascual- take the spot under the sun; and endure storms only to benefit the pigeons. I hope someone comes forth to clarify whether or not this is Abelardo L. Rodríguez, the man trapped now in the eternity of my picture… with a certain air of Cardenas… since no one, even I jokingly, would have mistaken him for Juarez.



Abelardo L. Rodríguez fue gobernador del estado de Baja California en 1923 y jefe militar hasta 1929. En consecuencia y debido a que el sonorense, oriundo de Guaymas, fuera  presidente de la república en 1932 y, también gobernador de Sonora en 1934, tanto en Sonora como en Baja California abundan los edificios, bibliotecas y parques con su nombre. Tan sólo en Baja California hay aeropuerto y bulevar Abelardo L. Rodríguez y municipio El Sauzal de Rodríguez. La lista se alarga hasta el exceso si se incluye preparatorias, secundarias, primarias o guarderías; seguidas, claro, de ejidos, colonias, parques, cines y hasta un Oxxo, en Ensenada, al que los locales motejan Oxxo de Rodríguez. El culto a la personalidad de este general ya casi cumple un siglo lo que vuelve posible que el centenario abelardista nos tupa de más plazas, glorietas, placas estatuas y bustos alusivos a él.

Cuando me detuve frente a esta efigie en bronce, cámara en mano, le saqué conversación a un viejecito que esperaba medio  adormilado, aunque de pie, su camión. Para picarlo le pregunté si sería Juárez el hombre de la estatua. No, apuró con vehemencia discorde a su previo amodorramiento, Juárez está en el malecón, éste es el general Abelardo L. Rodríguez. Creí ver que se le hinchaba el pecho y se estiraba, con garbo, al voltear a señalarme a su admirado personaje, con todas sus letras, justo al instante en que una paloma se posó sobre su cabellera metálica. Quitada de la pena, la irreverente dio para varias tomas, apoyada en sus dos patas con las que se impulsaba para dar saltitos breves de un lado al otro de la ancha cabeza. Y él general, impasible, recibía el brillo del sol en plena cara, al tiempo en que fijaba la mirada en dirección al mar. Cuando ya estaba casi a punto de sentir piedad, de mi corazón, por el revolucionario, aquel hombre dudó, sin más, recitando un par de nombres, no muy convencido.

Así pasa con las estatuas, se nos confunden. Además, no todos los héroes han tenido igual impacto en nuestra memoria histórica. De algunos debatimos su origen, su labor, incluso si no valdría la pena hacerlos descender de su pedestal.

Entonces me vino otra reflexión… las estatuas suelen ser comisionadas a alguno de la zona, que trabaja en base a moldes… un poco como los sastres que tienen su patrón y que, quede o no, se lo encasquetan a cualquiera que acuda a solicitar sus servicios. Así que mirando bien, caí en la cuenta de que para cada escultura solo varía un poco la pose o algún detalle como el mechón de pelo, el gesto, el traje de saco largo o corto, con o sin solapa.

Lo que sí me dejó esta foto es la certeza de que la eternidad de las estatuas es más bien canalla para con la persona a la que se busca honrar. Y el pobre de Abelardo –o Lázaro o Pascual- sigue sorteando el sol y apechugando tormentas, para suerte de las palomas. Ojalá que alguien salga a decir si en este caso es Abelardo L. Rodríguez quien hoy pervive en mi fotografía… con cierto aire de Cárdenas… que, eso sí, ninguno salvo yo, y de pura broma, se habría atrevido a hacer pasar por Juárez…



Photo and text © María Dolores Bolívar

Luces del Bravo/Lights in Rio Grande


¡Quién dirá que el agua lleva 
un fuego fatuo de gritos! 

¡Ay, amor 
que se fue y no vino! 
Baladilla de los tres ríos de Federico García 



Nowhere would my night shots be more eloquent.


You hear about the border, you see pictures, you read stories, but it isn´t until you feel the humid breeze and you sense the darkness fall on your shoulders that you realize how some places can be darker than others. In other words darkness gains additional shades here.

And then there were, those infamous lights meant to intimidate potential crossers and people like me wandering about at altas horas (late hours). What were we doing there?

When I looked at the pictures I took of the migra shooting their beam lights at us, the final piece of the puzzle fell into place. The reflections produced a peculiar effect on the water… I thought about a painting or a piece of digital art.

En ningún otro sitio mis tomas nocturnas habrían podido ser más elocuentes.


Escuchas hablar de la frontera, ves fotos, lees historias, pero no es hasta que sientes la brisa húmeda e intuyes que toda la oscuridad acaba de caer sobre tus hombros cuando te das cuenta que hay lugares que resultan más oscuros que otros. En otras palabras, la oscuridad sube de tono aquí.

Y, entonces, ahí estaban, esas luces infames pensadas para intimidar a quienes pudieran disponerse a cruzar o que como yo se encontrasen merodeando a altas horas. ¿Qué hacíamos ahí?

Cuando volví a ver estas fotos tomadas a la migra mientras nos disparaban sus faros, la última pieza del rompecabezas cayó en su lugar. Las reflexiones sobre el agua producen un peculiar efecto. Habría podido ser un lienzo o una pieza de arte digital. 


Photo and text © María Dolores Bolívar 

Tierrajuana



Were we to pick a word to refer to Tijuana, the first one to come to mind would be dust. In Spanish we use “tierra” (earth) for dust, and also “polvo”. And then we need to specify how we refer to the dust blowing, moved by the wind or “lodazal”, moved by water. Tijuana, dusty, covered with dust, terrestrial, terrain, terrace, dirt road, and scorched and bumpy soil… Even on sunny days the skyline appears gray or gloomy. There is a layer of dust constantly moving over the soil as if the wind wanted to resurface it, constantly. If you place yourself on a hill you can perceive the dust and breathe it. The dryness of the air makes it hard to breathe… The dust adds density to the air keeping us from perceiving the lines that define the landscape, bringing to focus objects that appear close to us and blurring the rest. The excess of dust has generated a trade of “dusters” armed with a couple of flannel rags for a few cents. Tijuana, tierrajuana, tierra, cloud of dust, mud, dust hill, mobile, changing, volatile…


Si tuviera que asignarle una palabra, la primera que me viniera a la mente, diría tierra. No la tierra profunda, ámbito de las raíces… la que se mueve con el viento o con el agua y corre por la superficie modificándolo todo a su paso. Tijuana terregosa, enterregada, terrestre, terrena, terrón, terraplén, tierra quemada… El paisaje es gris, aún en los días soleados. Hay una capa de polvo que se eleva sobre la superficie como si fuera a dejarla movida por el ventarrón. Si te colocas en una colina puedes percibirla, respirarla. Su sequedad aletarga la respiración… es como una inmensa y desoladora capa nebulosa y gris que nos impide percibir las líneas del paisaje, permitiéndonos enfocar sólo los objetos cercanos y volviendo borroso el resto. Esa tierra ha generado un nuevo oficio, los desterradores, que con un par de trapos de franela te limpian el polvo del auto por unas monedas. Tijuana, tierrajuana, tierra, polvareda, barro, montículo de polvo, móvil, cambiante, volátil…


Photo and text © María Dolores Bolívar